Bebé Rocamadour, bebé, mon bebé. Rocamadour : Rocamadour, ya sé
que es como un espejo. Estás durmiendo o mirándote los
pies. Yo aquí sostengo un espejo y creo que sos vos. Pero no
lo creo, te escribo porque no sabes leer. Si supieras no te escribiría
o te escribiría cosas importantes. Alguna vez tendré que
escribirte que te portes bien o que te abrigues. Parece increíble
que alguna vez, Rocamadour. Ahora solamente te escribo en el espejo,
de vez en cuando tengo que secarme el dedo porque se moja de lágrimas.
¿ Por qué, Rocamadour ? No estoy triste, tu mamá
es una pavota, se me fue al fuego el borsch que había hecho para
Horacio; vos sabés quién es Horacio,
Rocamadour, el señor que el domingo te llevó el conejito
de terciopelo y que se aburría mucho porque vos y yo nos estábamos
diciendo tantas cosas y él quería volver a París;
entonces te pusiste a llorar y él te mostró como el conejito
movía las orejas; en ese momento estaba hermoso, quiero decir
Horacio, algún día comprenderás, Rocamadour. Rocamadour, madame
Irène no está contenta de que seas tan lindo, tan alegre,
tan llorón y gritón y meón. Ella dice que todo
está muy bien y que eres un niño encantador, pero mientras
habla esconde las manos en los bolsillos del delantal como hacen algunos
animales malignos, Rocamadour, y eso me da miedo. Cuando se lo dije
a Horacio, se reía mucho, pero no se da cuenta de que yo lo siento,
y que aunque no haya ningún animal maligno que esconde las manos,
yo siento, no sé lo que siento, no lo puedo explicar. Rocamadour,
si en tus ojitos pudiera leer lo que te ha pasado en esos quince días,
momento por momento. Me parece que voy a buscar otra nourrice aunque
Horacio se ponga furioso y diga, pero a ti no te interesa lo que él
dice de mí. Otra nourrice que hable menos, no importa si dice
que eres malo o que lloras de noche o que no quieres comer, no importa
si cuando me lo dice yo siento que no es maligna, que me está
diciendo algo que no puede dañarte. Todo es tan raro, Rocamadour,
por ejemplo me gusta decir tu nombre y escribirlo, cada vez me parece
que te toco la punta de la nariz y que te reís, en cambio madame
Irène no te llama nunca por tu nombre, dice l'enfant, fíjate,
ni siquiera dice le gosse, dice l'enfant, es como si se pusiera guantes
de goma para hablar, a lo mejor los tiene puestos y por eso mete las
manos en los bolsillos y dice que sos tan bueno
y tan bonito. |