INTERVENCION DEL CANTANTE LABORDETA EN EL CONGRESO DE DIPUTADOS, COMO RESPUESTA A LA POSICION DEL GOBIERNO ANTE EL ATAQUE A IRAK. 5 DE FEBRERO 2003.


Hemos asistido esta tarde a muchos argumentos en contra de la guerra. Le han dicho NO a la guerra el Parlamento Europeo, los gobiernos francés y alemán. Unicef y Médicos sin Fronteras nos recuerdan las dramáticas circunstancias de la posguerra, el ayuntamiento de Zaragoza y las Cortes de Aragón aprueban rechazar el uso de las bases aéreas para el ataque a irak. Y el mundo del cine, recuperando por fin el compromiso social que siempre debería tener la cultura, se lo ha recordado. Los ciudadanos que están ahí afuera de este hemiciclo y los que se han manifestado ya en Oslo, Nueva York o Porto Alegre, así como los que piensan hacerlo el próximo día 15 de febrero, o los ciudadanos anónimos que recogen firmas usando el correo electrónico por todo el mundo... Porque también se está globalizando el rechazo a la guerra y no sólo la economía...
Pero usted parece olvidarlos, los ignora.
Como sé que le gusta la poesía, voy a leerle unos versos de un poeta aragonés que espero sean de su agrado, escritos en los cincuenta, cuando también corrían vientos de guerra.


Mataros,
Pero dejad tranquilo a ese niño que duerme en una cuna.

Invadid con vuestro traquetreo
Los talleres, los navíos, las universidades
Las oficinas espectrales donde tanta gente languidece.
Triturad toda rosa, hollad al noble pensativo.
Preparad las bombas de fósforo y las nupcias del agua con la muerte...

Inundad los periódicos, las radios, los cines, las tribunas,
Pero dejad tranquilo al obrero que fumando un pitillo
Ríe con los amigos en aquel bar de la esquina.

Asesinaos si así lo deseáis,
Exterminaos vosotros: los teorizantes de ambas cercas
Que jamás asiréis un fusil de bravura.
Asesináos, pero vosotros,
Los inquisitoriales azuzadores de la matanza...

Pero dejad tranquilo a ese niño que duerme en una cuna,
Al campesino que nos suda la harina y el aceite,
Al joven estudiante con su llave de oro,
Al obrero en su ocio ganado fumándose un pitillo
Y al hombre gris que coge los tranvías
Con su gabán raído a las seis de la tarde.


Esperan otra cosa.
Los parieron sus madres para vivir con todos
Y entre todos aspiran a vivir, tan sólo esto.
Y de ellos ha de crecer
Si surge
Una raza de hombres y mujeres con puñales de amor inverosímil
Hacia otras aventuras más hermosas.
(Miguel Labordeta)

Nada más, muchas gracias, señora Presidenta.