MICHAEL ALBERT (Znet)

¡ORGANIZARSE, MANIFESTARSE!

Detesto la política apocalíptica.

Fui radicalizado por el movimiento de los derechos civiles y Vietnam. La gente clamaba furiosa por la implosión ambiental, el surgimiento del fascismo y el inminente Armagedón.

El escándalo estaba justificado. Fuimos testigos de los asesinatos de los Panteras Negras en sus camas por los matones del FBI. Vimos bombarderos de alta velocidad masacrar a niños y a toda criatura viviente. Dos millones de indochinos o más murieron por la violencia de EE.UU. Las sustancias tóxicas corrían libremente destrozando las selvas y los campos. ¿También los ríos morirán?, preguntaban los niños a sus padres.

Todo esto dio a millones de personas de mi generación razones más que suficientes para rebelarse contra la guerra, contra la pobreza, contra el sexismo y contra el resto de las muchas violaciones que sufre la gente inocente.

Esto llevó a una oposición masiva. Y también a una represión masiva de la oposición.

Sin embargo, nunca me alarmé de una manera excesiva. Cuanto peor era el comportamiento de la élite, tanto más promisorio era nuestro activismo, y por lo tanto, cuanto más peligrosa se volvía la época, menos temía yo un reordenamiento catastrófico del mundo.

A pesar de la magnitud de las indignidades y muertes, siempre parecía cierto que los crímenes de los hombres de los trajes de franela gris eran un business as usual («todo sigue igual») intensificado. No me parecía que ninguna de las siniestras y penosas circunstancias de los años 60, 70, 80 y 90 pudiera trascender las relaciones sociales existentes. No existía ningún otro espantoso régimen que amenazara al mundo.

Pero debo decir que hoy parece que los planes que están siendo elaborados en los despachos, en el Congreso y en la Casa Blanca, ya no son meramente una intensificación del business as usual.

El movimiento de globalización anticorporativa, al prometer un nuevo pero mucho más humano «régimen» mundial, había amedrentado seriamente (y con buenas razones) a los amos del universo. Pero el 11/9 les ha devuelto la confianza y la arrogancia.

El capitalismo, el patriarcado y la globalización corporativa son suficientemente viles, pero demasiado a menudo ^y por supuesto los nazis de mediados de siglo fueron el primer ejemplo^ algo incluso peor trata de emerger de las capas más profundas del infierno, y ocasionalmente lo hace. Y semejante azote del mal parece estar buscando ahora entrar en nuestro mundo, desde el séptimo círculo, o más allá.

Desde luego, el asalto actualmente planeado contra Irak tendrá, si no lo paramos, grotescas consecuencias para los iraquíes y para el Medio Oriente en general. Si el ataque se produce, habrá una semana o dos de tumultuosas explosiones terroristas en Bagdad. Luego la batalla, a la que nunca se llegará realmente, ya que sólo hay un combatiente de verdad, de hecho habrá acabado. El castigo desde el aire puede precipitarse durante algunas semanas más, mientras los muchachos juegan con sus juguetes la última mano hasta el último gemido iraquí. Se probará cada nueva máquina, y su efectividad la evaluará una montaña de desechos carbonizados. Se utilizará cada pulido mecanismo de descarga e intensificación, y su efectividad será evaluada por las almas a las que masivamente se deshaga en pedazos.

¿Grabará Rumsfeld en vídeo las danzas de la victoria en el Pentágono para el realismo de la TV? Los irascibles ante los monitores de las computadoras insertadas en los misiles inteligentes dando vueltas alrededor de sus objetivos, ¿pondrán la obertura de Guillermo Tell como acompañamiento inspirador de su brujería, al igual que lo hicieron durante la primera Guerra del Golfo?

A pesar de lo repugnante que será todo esto, si la campaña llamada «Pavor y Conmoción» llega a producirse, su grotesca violencia contra la humanidad será exactamente capitalismo, sexismo y autoritarismo tal como éstos se dan en la vida cotidiana, ampliados por la oportunidad de la violencia. Business as usual.

Y porque el business as usual es tan cruel, debemos unirnos y protestar furiosamente contra él. Y porque no sólo debemos ser moralmente justos, sino también estratégicos, tenemos que manifestar nuestra rabia de manera inteligente.

Es necesario que nuestra oposición pública se alce hasta tal punto que Bush sienta nuestra amenaza social. Tendrá que decidir que la plena realización de sus objetivos podría dañar a sus votantes de élite más de lo que podría hacerlo nuestra oposición a ellos. O, si se prefiere, debe sentir que emprender la
carnicería beneficiaría a las élites menos de lo que nuestra creciente oposición podría dañarlas. Necesitamos formar una enorme oposición para que surjan unos elevados costes sociales de este tipo.

Pero incluso más allá de estas observaciones, si miramos un poco hacia adelante y pensamos en la desesperada réplica terrorista que un ataque a Irak provocará desde algún rincón de Arabia Saudita, Jordania o Egipto ^para ser descargada aquí en los EE.UU.^, y si imaginamos la exagerada contrarréplica terrorista que desencadenará nuestro gobierno, entonces los riesgos ya astronómicos serán todavía mayores.

Bush y Compañía saben que si devastamos de nuevo Irak, a ello seguirá alguna clase de ataque contra los EE.UU. Saben que la guerra lo desatará. Un segundo asalto contra los ciudadanos de los EE.UU. ayudará a facilitar el desarrollo pleno de la agenda de Bush, y Bush y Compañía lo saben, y tal vez incluso lo buscan.

Si EE.UU. bombardea Irak, y si alguien en devolución ataca a EE.UU., Bush y Ashcroft intentarán promover al recorte de las libertades legales a través de una Ley Patriótica (Patriot Act) redoblada que se convertirá en la anulación de la ley de la libertad.

Bush y los dueños del país procurarán fomentar la redistribución de la riqueza y del poder hacia arriba, al mismo tiempo que trabajarán duro para eliminar los últimos vestigios del interés público por cualquier cosa que no sea el resplandor de Wall Street. Será el paroxismo del nacionalismo racista.

Incluso el parloteo hasta por los codos de Corea ^y los codos en definitiva parlotean en alta voz^ parece ser una música bienvenida para los oídos de
Bush. Su camarilla autoritaria desea una población norteamericana traumatizada por el miedo y la aversión, y para que esto ocurra Bush y Compañía necesitan unos objetivos evidente y verbalmente agresivos hacia los cuales la gente, por ignorancia, pueda sentir miedo y aversión.

En consecuencia, Bush se siente feliz de convencer al mundo de que sólo existen dos opciones para cada país de la comunidad internacional.
Permanecer indiferentes e implorar la caridad de los EE.UU. en tanto obedecen las órdenes de Washington. O conseguir tantas armas de destrucción masiva como puedan comprar a los que trafican con ellas, con la esperanza de que tales artefactos podrán detener los ataques de los EE.UU.

Algunos países se derrumbarán e implorarán. Otros seguirán el rumbo de la búsqueda de armas. Estos últimos se convertirán en carnaza para las campañas de odio de los media y la máquina de guerra de Bush.

Si Bush logra lo que se propone, un ataque a Irak no será una guerra, por supuesto, sino una masacre presentada como la madre de todas las películas-basura, con su despliegue de innumerables víctimas indefensas con los huesos rotos. Está película se exhibirá ante el mundo en tecnicolor y pantalla panorámica, con palomitas de maíz opcionales. El propósito de Bush es proyectarla para que todos se encojan de miedo antes las perspectivas futuras de cualquiera que sea al que EE.UU. etiquete como su enemigo, o incluso sólo como su adversario, o incluso sólo como alguien molesto. Boom. Adiós.

¿Existen actualmente límites internos en la política de los EE.UU. diferentes a las coacciones impuestas por el miedo de la élite al disenso? Quizás, pero resulta difícil ver alguno por ahora. Hay un indicio de lo que podría llegar a ocurrir si nuestros egocéntricos matones lograran lo que buscan, cuando los EE.UU. engloban a Alemania junto a Libia y Cuba como países que se muestran adversos a nuestra voluntad, debido a las declaraciones de cada uno de éstos en el sentido de que se opondrían a la guerra incluso si ésta obtuviera el apoyo del Consejo de Seguridad.

Manifestarse contra la injusticia, la desigualdad y la indignidad es siempre virtualmente correcto. Deberíamos hacerlo de forma tan natural como comemos o amamos, para expresar nuestra humanidad. Sin embargo, es aún más importante hacerlo para construir una oposición continuamente creciente capaz de hacer frente a la corriente del business as usual. Y deberíamos manifestarnos, también, para cambiar por completo la lógica de nuestras transacciones e interacciones con el mundo, para finalmente eliminar el comercio tal como lo conocemos hasta ahora. Organizarse. Adiós.... al capitalismo.

Pero, la verdad sea dicha, hay momentos en los que manifestarse se convierte en algo especialmente urgente. Esta extremada urgencia se puede deber al despliegue de una situación increíblemente calamitosa. Se puede deber a las terribles perspectivas que podrían derivarse de la ausencia de disenso. Se puede deber a las muy reales perspectivas de que grandes manifestaciones puedan invertir de manera inminente la corriente. Se puede deber al potencial disidente en aumento que necesita alimento y compromiso para alcanzar sus enormes posibilidades. O se puede deber a todas estas razones juntas y algunas más.

Febrero de 2003 pertenece a esta clase de momentos.

Para impulsar su poder imperial, Bush y Compañía están planeando como mínimo someter a los inocentes ciudadanos de Irak a una lluvia de misiles que producirán pavor y conmoción, lo que en otras palabras significa misiles que mutilarán y sojuzgarán

Como máximo, sin embargo, Bush y Compañía están embarcados en un proceso de triple vertiente:

Primera vertiente: Hacer retroceder el reloj ciento cincuenta años atrás, hasta una época en que las relaciones internacionales estaban basadas exclusivamente en la fuerza bruta, de modo que los EE.UU. puedan explotar su capacidad para ganar cualquier batalla violenta en cualquier momento y en cualquier lugar.

Segunda vertiente: Redistribuir hacia arriba, aun más que en el pasado, la riqueza y el poder dentro de los EE.UU. Destruir los viejos programas sociales
que mejoran algunos de los dolores endémicos del capitalismo. Agravar las diferencias raciales y de género y los antagonismos. Aumentar las opciones en la cima, estrecharlas para todos los demás.

Tercera vertiente: Cercenar los únicos impedimentos serios para continuar por la primera y la segunda vertiente, el público y poderoso disenso, profundizando en la manipulación de los media e intensificando la represión en todo el mundo y especialmente aquí en los EE.UU.

La oposición a la guerra en los EE.UU. y en el mundo entero llegó ya a niveles sin precedentes, incluso antes de la guerra. Ahora nuestros movimientos tienen que alcanzar lo improbable y girar hacia la cuarta vertiente, allí donde la paz que crece y se extiende y el activismo por la justicia arraigan profundamente en el tejido moral y social de la sociedad, y se desarrolla gigantesco en todo el planeta.

Haciendo esto, podremos parar la guerra. Incluso ahora, el proyecto pavor y conmoción no es una conclusión inevitable.

Y si no paramos la guerra, ciertamente podemos reducir los horrores que desencadena.

Y más allá de esta guerra, debemos desarrollar un movimiento que sea harto consciente políticamente, harto comprometido moralmente y harto organizado creativamente, para impedir la próxima guerra.

Y más allá de impedir las guerras, necesitamos construir un movimiento que pueda revertir literalmente los programas reaccionarios y avanzar con el fin de elaborar alternativas para las relaciones globales, la ecología, la vida económica, las mujeres y las familias, y las comunidades culturales, tan pronto como sea humana y socialmente posible.

Aún detesto el que nos organicemos apocalípticamente.

No es porque no nos encontremos nunca en una situación apocalíptica. A decir verdad, en un sentido siempre estaremos enfrentándonos a resultados apocalípticos hasta que ganemos un nuevo mundo.

Es porque la posición radical, aun en la más apocalíptica de las situaciones, necesita crear siempre movimientos cada vez más poderosos y conscientes, y no desarrollar simplemente reacciones a políticas inmediatas, con una comprensión limitada y un compromiso determinado en el tiempo.

Salgamos a manifestarnos el 15-16 de febrero.

Pero mostrémonos, con cada intención de salir una y otra vez, cada vez más informados sobre todas las formas de injusticia, más comprometidos para encontrar todas las formas de liberación, más organizados para esgrimir nuestra fuerza en nombre de nuestras visiones, y más positivos y esperanzados, a fin de sostenernos e inspirarnos a nosotros mismos y a los demás.

Todo esto, y no sólo responder en el momento apocalíptico, constituye nuestro camino hacia la justicia y la liberación.

Tenemos que oponernos al apocalipsis ahora. Tenemos que eliminar las causas de los repetidos apocalipsis. Tenemos que ganar la paz y la justicia y un nuevo mundo que sostenga a ambas.

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sobre convocatorias y temas:

http://www.pazahora.org/noticia.asp?id=68
http://www.unitedforpeace.org/article.php?id=725
http://boards1.melodysoft.com/app?ID=foropoesiasalvaje
http://www.nodo50.org/paremoslaguerra/?id=725
http://www.nodo50.org/csca/agenda2002/iraq/iraq-2002.html
http://www.sodepaz.org/irak/index.htm
http://www.notinourname.net/
http://www.iraqjournal.org/

galeria de iraq http://www.iraqjournal.org/photo/index.html

videos, infos y referencias
http://www.poesiasalvaje.com/indexdos.html

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