Otro género de ficción: la videovigilancia

La Constitución Española indica que “se garantiza el derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen”, así como que “la ley limitará el uso de la informática para garantizar el honor y la intimidad personal y familiar de los ciudadanos y el pleno ejercicio de sus derechos”. Conscientes de que estamos siendo vigilados casi constantemente, tendemos a naturalizarlo e interiorizar el discurso político y mediático de una supuesta seguridad por la que pagamos cediendo parte de nuestras libertades civiles.

El uso generalizado de cámaras de videovigilancia -y otros dispositivos tecnológicos de control como radares o sensores- en el mobiliario urbano de nuestras ciudades conforma un paisaje arquitectónico en el que las cámaras se camuflan en una situación “alegal” en la mayor parte de los casos. Pero estamos más tranquilos (en casa, en el colegio, en el trabajo, etc).

El argumento del miedo y la paranoia es la excusa ideada por el sistema para que transfiramos nuestra responsabilidad y subjetividad a estas “máquinas automatizadas de percepción”, ojos siempre abiertos más ágiles y eficaces que nosotros y a los que otorgamos credibilidad por su singular textura, verdadera, objetiva, real.

Ahora se trata de agudizar nuestra mirada. Las imágenes captadas en bancos, plazas, colegios o en las entradas y salidas del edificio donde trabajas son capaces de construir nuevas subjetividades, nuevas narraciones, “historias de control” personalizadas. Es urgente desmontar el discurso mediático de la videovigilancia. No es más que otro género de ficción.

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Es una breve columna de opinión que he escrito para el próximo número de la revista Vídeo Popular, imagino que saldrá publicado.

Y es un homenaje a los Rodríguez por la de cosas que nos/me han enseñado, quizás sin ni siquiera saberlo.

Look, otra peli sobre videovigilancia

El tráiler de esta nueva película -de ficción- da un par de datos que suponíamos, pero que no sabíamos exactamente: en los Estados Unidos hay unos 30 millones de cámaras de vigilancia y un americano medio es grabado por ellas unas 200 veces al día. Look es la nueva película de Adam Rifkin -recién estrenada en los EEUU- inspirada en esta demencial profusión de cámaras. El gran dispositivo a escala nacional incluye cámaras en parkings, calles, tiendas, etc, pero también en vestuarios y servicios públicos (hay pocos estados cuyas leyes prohíban explícitamente estos emplazamientos). Después de despojar al ciudadano del espacio público, la seguridad nos está despojando del ámbito privado (teóricamente sagrado en la cultura americana).

Rifkin no ha utilizado vídeos reales, sino que ha dispuesto sus cámaras en las mismas localizaciones que estaban los dispositivos de vigilancia y ha tratado después las imágenes en postproducción para darles una apariencia similar. Además, ha utilizado actores completamente desconocidos para aumentar aún más la verosimilitud. Como curiosidad, la página de la película ofrece una sección con ejemplos de vídeos reales. Para que te hagas una idea, en la lista de los más vistos se encuentran joyas como el secuestro de una prostituta o una “spanish girl” en un probador de ropa.

Lo he leído en Inicios.

La lista de películas que tratan sobre este tema se hace cada vez más amplia. Algunas son distópicas y otras cada vez tienen más relación con lo que hay hoy, con poca ciencia ficción de por medio. Estas navidades vi La vida de los otros, y tengo apuntado Redacted de Brian de Palma.

En España, aunque no lo parezca, también se hacen cosas más allá de la gloriosa Más de mil cámaras velan por tu seguridad. Algunas tan poco conocidas como una película de Fernando Huertas que se llama “El elegido” (protagonizada por José Luis López Vázquez y Amparo Baró). Es de 1985, bastante antes del “fenómeno Gran Hermano” o El Show de Truman, imagino que le hubiese gustado publicarla en 1984. También un corto de 1996 de Felipe Luna que se titula Te lo Mereces (1996).

Usted se cree una persona libre

Radarq me avisaba hace unos días vía Twitter de este breve escrito de Manuel Vicent en Elpais.com:

Usted se cree una persona libre, pero, de hecho, más de la mitad de sus actos a lo largo del día son simples acciones y reacciones mecánicas, que realiza con la conciencia manipulada a distancia. Cualquier conductor ha pasado por esta experiencia. Durante un largo viaje en coche uno puede conducir muchos kilómetros desde el subconsciente. De pronto, como si despertara de un sueño y volviera a la realidad, el conductor cae en la cuenta de que está a punto de llegar a su destino sin haber reparado en algunas ciudades que ha dejado atrás. Pese a esta falta de conciencia el conductor ha cumplido con todas las normas de circulación. Ha puesto el intermitente al adelantar, ha respetado la línea continua, ha guardado las distancias, no ha sobrepasado el límite de velocidad. Realmente ha conducido ejerciendo él mismo de piloto automático, mientras su cerebro estaba en otra parte, ajeno al paisaje que atravesaba. Tal vez había percibido que una abubilla levantaba el vuelo desde un sembrado o que había un perro aplastado en medio de la carretera. Esta experiencia puede aplicarse a todos los aspectos de la conducta humana. Suena el despertador, el ciudadano salta de la cama, se ducha, se afeita o se maquilla, desayuna café con leche y media tostada, sube al coche, se mete en el atasco, llega a la oficina, sonríe al jefe, saluda a los compañeros, revisa los papeles, habla docenas de veces por el móvil, almuerza el plato del día, hay más papeles en el despacho, termina la jornada, cierra el ordenador, se mete en el atasco, el portal, el llavén, la casa, la mujer, el marido, los hijos, la noche, la cena, la televisión, la cama. Y así un año y otro año cumpliendo siempre las reglas con palabras y gestos repetidos frente al vuelo de una abubilla o a la visión de un perro despanzurrado convertidos en el gran acontecimiento de la vida. Un zombi no es exactamente un muerto viviente sino un ser cuya voluntad está poseída por otro. Robot es una palabra checa que significa esclavo. Alguien que es dueño de nuestros actos va tirando de los hilos hasta que de pronto un día uno se encuentra al final del trayecto sin darse cuenta de que ha vivido. Me pregunto en qué parte secreta del cuerpo tenemos la batería.

Las negritas y los enlaces son míos.

Esto sí que es un panel de control

Control social en la sociedad red

Navegando en torno al concepto de sociedad-red a raíz del post anterior sobre la entrevista de El País a Manuel Castells, me he encontrado con un trabajo sobre el control social a cargo de Miguel-Héctor Fernández-Carrión: Control social en la sociedad red (PDF).

Resumen:

El control social es tan antiguo como la historia de la humanidad, siempre ha existido. Lo que ha cambiado ha sido sus condicionantes ideológicos y la forma de aplicarse. A partir del último cuarto del siglo XX, la revolución de la información/comunicación ha dado lugar a un cambio de sociedad, que se muestra más sutil, por la red, y se ha globalizado. Y por las peculiaridades que le confiere el “informacionalismo” (Castells) a la cibersociedad o “sociedad red” (Castells), este control se ejerce unilateralmente desde la actual superpotencia, los Estados Unidos con la supervisión técnico, gestión y manipulación de los contenidos presentes en la red, y por ende de la sociedad.

“El poder tiene miedo de Internet”, Manuel Castells

Manuel Castells habla sobre internet, poder, control y vigilancia en El País, pegamos la entrevista de Milagros Pérez Oliva completa, pero con algunos enlaces añadidos, algo que este periódico podría pensar en poner de vez en cuando.

Literal

Si alguien ha estudiado las interioridades de la sociedad de la información es el sociólogo Manuel Castells (Hellín, 1942). Su trilogía La era de la información: economía, sociedad y cultura ha sido traducida a 23 idiomas. Es uno de los primeros cerebros rescatados: volvió a España, a dirigir la investigación de la Universitat Oberta de Catalunya, en 2001, después de haber investigado e impartido clases durante 24 años en la Universidad de California, en Berkeley. Una de sus investigaciones más reciente es el Proyecto Internet Cataluña, en el que durante seis años ha analizado, mediante 15.000 entrevistas personales y 40.000 a través de la Red, los cambios que Internet introduce en la cultura y la organización social, y acaba de publicar, con Marina Subirats, Mujeres y hombres, ¿un amor imposible? (Alianza Editorial), donde aborda las consecuencias de estos cambios.

Pregunta. Esta investigación muestra que Internet no favorece el aislamiento, como muchos creen, sino que las personas que más chatean son las más sociables.

Respuesta. Sí. Para nosotros no es ninguna sorpresa. La sorpresa es que ese resultado haya sido una sorpresa. Hay por lo menos 15 estudios importantes en el mundo que dan ese mismo resultado.

P. ¿Por qué cree que la idea contraria se ha extendido con éxito?

R. Los medios de comunicación tienen mucho que ver. Todos sabemos que las malas noticias son más noticia. Usted utiliza Internet, y sus hijos, también; pero resulta más interesante creer que está lleno de terroristas, de pornografía… Pensar que es un factor de alienación resulta más interesante que decir: Internet es la extensión de su vida. Si usted es sociable, será más sociable; si no lo es, Internet le ayudará un poquito, pero no mucho. Los medios son en cierto modo la expresión de lo que piensa la sociedad: la cuestión es por qué la sociedad piensa eso.

P. ¿Por miedo a lo nuevo?

R. Exacto. Pero miedo, ¿de quién? De la vieja sociedad a la nueva, de los padres a sus hijos, de las personas que tienen el poder anclado en un mundo tecnolígica, social y culturalmente antiguo, respecto de lo que se les viene encima, que no entienden ni controlan y que perciben como un peligro, y en el fondo lo es. Porque Internet es un instrumento de libertad y de autonomía, cuando el poder siempre ha estado basado en el control de las personas, mediante el de información y comunicación. Pero esto se acaba. Porque Internet no se puede controlar.

P. Vivimos en una sociedad en la que la gestión de la visibilidad en la esfera pública mediática, como la define John J. Thompson, se ha convertido en la principal preocupación de cualquier institución, empresa u organismo. Pero el control de la imagen pública requiere medios que sean controlables, y si Internet no lo es…

R. No lo es, y eso explica por qué los poderes tienen miedo de Internet. Yo he estado en no sé cuántas comisiones asesoras de gobiernos e instituciones internacionales en los últimos 15 años, y la primera pregunta que los gobiernos hacen siempre es: ¿cómo podemos controlar Internet? La respuesta es siempre la misma: no se puede. Puede haber vigilancia, pero no control.

P. Si Internet es tan determinante de la vida social y económica, ¿su acceso puede ser el principal factor de exclusión?

R. No, el más importante seguirá siendo el acceso al trabajo y a la carrera profesional, y antes el nivel educativo, porque, sin educación, la tecnología no sirve para nada. En España, la llamada brecha digital es por cuestión de edad. Los datos están muy claros: entre los mayores de 55 años, sólo el 9% son usuarios de Internet, pero entre los menores de 25 años, son el 90%.

P. ¿Es, pues, sólo una cuestión de tiempo?

R. Cuando mi generación haya desaparecido, no habrá brecha digital en el acceso. Ahora bien, en la sociedad de Internet, lo complicado no es saber navegar, sino saber dónde ir, dónde buscar lo que se quiere encontrar y qué hacer con lo que se encuentra. Y esto requiere educación. En realidad, Internet amplifica la más vieja brecha social de la historia, que es el nivel de educación. Que un 55% de los adultos no haya completado en España la educación secundaria, esa es la verdadera brecha digital.
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¡No me formen grupos!

Aún recuerdo lecturas de Foucault: la invención de la homosexualidad como categoría es una forma de control social. Para el orden burgués, el sexo puede ser amenazador, por eso hay que disciplinarlo, reglamentarlo, compartimentarlo: hay que inventar la “sexualidad”, que vuelve al sexo inofensivo. A ver, los homosexuales, identifíquense, que levanten la mano y los apunto en esta lista. Los heterosexuales a este lado; los homosexuales, aquí. Las felatómanas, de una en una, desfilando, que se pongan detrás de los onanistas, pero dejando un sitio para los que sodomizan mujeres, y los polígamos, que no se desmarquen. ¡No me formen grupos! ¡De uno en uno y con el carnet sexual en la boca! En fin, ¿no cree usted, Xavier, que quizá podríamos llegar a ser más libres?

Ya no es cool decir que me gusta Rafael Reig, pero me encanta.

Pues eso, que en 2008 seamos un poquito más libres.