POR Juanjo Muñoz 03/06/09 //
Mucho podremos hablar de las TIC. Más aún de nuevas metodologías. Llenaremos los blogs, Twitter y todo tipo de redes de quejas y nuevas propuestas, de críticas, de búsquedas de culpables, de apuestas de futuro o de experiencias exitosas. Pero creo que mientras no abordemos una cuestión central del sistema educativo, estamos olvidando el origen de muchos de sus males. Me refiero a la compartimentación en asignaturas del proceso de aprendizaje, a los absurdos cajones en los que, desde hace ya demasiado tiempo, venimos segmentando la cultura, contrayéndola de una forma tan artificial como estéril.
La foto Cajoncitos es de la galería de BZL.
Demasiados años han pasado ya desde que John Taylor Gatto, en 1990, nos hiciera la pregunta clave de muchas de las cosas que venimos hablando ¿Por qué la escuela no educa?. Y demasiadas pocas respuestas ha dado el sistema. O ¿qué podríamos decirle hoy a este profesor norteamericano que entonces decía lo siguiente?
«La miseria diaria a nuestro alrededor está causada en gran medida por el hecho de que – tal y como Paul Goodman lo estableció hace treinta años- forzamos a los niños a crecer en el absurdo. Cualquier reforma de la escolaridad tiene que tratar con elementos absurdos en su naturaleza intrínseca.Es absurdo y anti-vital ser parte de un sistema que te obliga a sentarte en lugares recluidos para gente de la misma edad y clase social que tú. Ese sistema te aparta radicalmente de la inmensa diversidad de la vida y de las sinergias de la variedad, de hecho te castra tu propio ser y futuro, acoplándote a un presente continuo de igual forma a como lo hace la televisión.
Es absurdo y anti-vital ser parte de un sistema que te obliga a escuchar a un extraño leyendo poesía cuando lo que realmente quieres es construir casas, o sentarte a discutir con un extraño sobre la construcción de casas cuando lo que realmente quieres es leer poesía. Es absurdo y anti-vital moverte de aula en aula al sonido de una sirena durante todos los días de tu infancia natural en una institución que no te permite ninguna privacidad y que incluso te la quita en el santuario de tu propia casa pidiéndote que hagas tus “deberes”.»
Sí, yo también creo que es anti-vital. Como absurdo también es que un alumno de Ciencias no tenga porqué disfrutar de la Historia del Arte. O que uno de Letras no sea invitado a ir a una visita a un museo científico. Como injustas, mezquinas e inmorales son las disputas de los órganos colegiados de las universidades e institutos a la caza de horas que llevarse a las alforjas de sus departamentos sin ningún criterio pedagógico. Escucha uno a diario, y lee en blog y redes, a profesores quejarse porque a su asignatura una determinada ley le reduce las horas, no dándole la importancia que, según ellos, tiene. En el fondo, es la defensa de su ombligo, no del de los alumnos. "¿Tú de qué asignatura eres?" suele ser una pregunta demasiado habitual cuando se acaban de conocer dos profesores. Muy significativo.
¿A cuento de qué vienen las recomendaciones, desde hace ya no se cuántos años de la necesidad de trabajo interdisciplinar? ¿Qué sospecha de mala contracción cultural se esconde detrás de ellas? Es absurda esta distribución en asignaturas. Hay ejemplos clarísimos de éxito en la organización por ámbitos curriculares que ofrecen al alumno un sistema educativo mucho más armónico, más entendible, menos compartimentado. Y, para colmo, los profesores que los dan suelen terminar la experiencia queriendo repetirla por el disfrute que supone. ¿Por qué no se extienden a más niveles educativos?
Uno termina teniendo la sensación de que estas asignaturas que seguimos dando a lo único que responden es a la separación por especialidades del profesorado que accede a darlas. Vamos, la serpiente que se muerde la cola y termina engulléndose a sí misma. Mientras el currículum no cambie, sustancialmente, mientras nos acerquemos a la cultura con las miras tan estrechas que a día de hoy proporcionan las asignaturas, seguiremos teniendo eso, muchas asignaturas pendientes. Da auténtica pena esta distribución académica, nieta torpe de la escuela-Iglesia medieval, que cuando en la Historia se encontró con la distribución del trabajo capitalista, terminó engendrando asignaturas estrechas de miras, esta educación contraída.
Me alegra leer temas, que a pesar de ser escritos hace un tiempo, permanecen vivos en la red, con más fuerza aún, porque personalmente disfruto leyendo personas, a las cuales estimo, y que compartamos ideas.
Un lectura casual, de una visita igualmente casual, pero que alegra e ilusiona otro de mis lunes en esta aventura apasionante que es EDUCAR.
Gracias, y si me lees, saludos Juanjo!.
Da la sensación a veces, Rubén, de que esto de la educación es el eterno presente. Totalmente de acuerdo en lo de Illich y desescolarizar. Todo sigue por hacer, una vez detrás de otra, un año tras otro. La pena es que, estos autores que comentas estoy seguro que ni les suenan al 99% del profesorado.
Ahora entiendo lo de "estoy en contra de las asignaturas"...
A medida que voy investigando más sobre educación y pedagogía crítica, me voy encontrando con una curiosa sensación de "deja vu" constante; siempre hay alguien que hace tiempo que lo dejó igual de claro y aparentemente lógico que el que ahora lo escribe: tú citas a Taylor Gatto, éste alude a Paul Goodman, Kaplún a Freire o Kropotkin hace 100 años dice que "todo está por hacer en la escuela actual". Cada vez considero más necesario el debate que planteaba -por supuesto, también hace ya algunas décadas- Illich: desescolarizar la escuela, no en el sentido de que desaparezca como institución, sino en que eliminemos su carácter oficial de la escuela, como se hizo con la Iglesia, y se deje de imponer de una vez por todas cuándo uno se debe poner de pie y se debe volver a sentar.
r.