¡No me formen grupos!

Aún recuerdo lecturas de Foucault: la invención de la homosexualidad como categoría es una forma de control social. Para el orden burgués, el sexo puede ser amenazador, por eso hay que disciplinarlo, reglamentarlo, compartimentarlo: hay que inventar la “sexualidad”, que vuelve al sexo inofensivo. A ver, los homosexuales, identifíquense, que levanten la mano y los apunto en esta lista. Los heterosexuales a este lado; los homosexuales, aquí. Las felatómanas, de una en una, desfilando, que se pongan detrás de los onanistas, pero dejando un sitio para los que sodomizan mujeres, y los polígamos, que no se desmarquen. ¡No me formen grupos! ¡De uno en uno y con el carnet sexual en la boca! En fin, ¿no cree usted, Xavier, que quizá podríamos llegar a ser más libres?

Ya no es cool decir que me gusta Rafael Reig, pero me encanta.

Pues eso, que en 2008 seamos un poquito más libres.

Intrusos ignorantes y entrometidos

Entonces, examinas esas tres cosas y ves lo que dicen, ves lo que las grandes figuras han escrito sobre eso. Todos dicen (cito en parte) que la población general son “intrusos ignorantes y entrometidos”. Tenemos que mantenerlos lejos de la arena pública porque son demasiado estúpidos y si tomaran parte todo lo que harían sería crear problemas. Su sitio es ser “espectadores”, no “participantes”.

Se les permite votar de vez en cuando, escoger a alguno de nosotros, los tipos listos. Pero luego se supone que deben volver a casa y hacer cualquier otra cosa, mirar el fútbol o lo que sea. Pero los “intrusos ignorantes y entrometidos” tienen que ser “espectadores, no participantes”. Los participantes son lo que se llama la “gente responsable” y, por supuesto, el escritor siempre es uno de ellos. Nunca te preguntas, ¿por qué yo soy un “hombre responsable” y aquel otro está en la cárcel? La respuesta es bastante evidente. Es porque tú eres obediente y estás subordinado al poder, y esa otra persona puede ser independiente, etc. Pero no te lo preguntas, claro. Así que tenemos a esos tipos listos que se supone que deben dirigir el cotarro y el resto se supone que estará fuera de eso, y no deberíamos sucumbir (y cito de un artículo académico) “a los dogmatismos democráticos de que los hombres son los mejores jueces de sus propios intereses”. No lo son. Son unos jueces malísimos de sus propios intereses, así que tenemos que hacerlo nosotros por su propio bien.

Creo que nunca me cansaré de releer -por revelador- este artículo de N. Chomsky, que está sacado de una conferencia realizada en el Z Media Institute en junio de 1997 y reproducido en Rebelión con el título ¿Qué hace que los medios convencionales sean tan convencionales?.

Noam Chomsky es “el mismo” que en 1998 avisó a los navegantes con aquello de:

Si no hacemos nada, Internet y el cable estarán monopolizados dentro de diez o quince años por las megacorporaciones empresariales, la gente no conoce que en sus manos está la posibilidad de disponer de estos instrumentos tecnológicos en vez de dejárselos a las grandes compañías. Para ello, hace falta coordinación entre los grupos que se oponen a esa monopolización, utilizando la tecnología con creatividad, inteligencia y iniciativa para promocionar, por ejemplo, la educación.

¿El poder de la inteligencia colectiva en red y la web 2.0 de qué parte están: de las megacorporaciones empresariales o de los grupos coordinados que se oponen a esa monopolización?

Miedo y paranoia

Un camión de bomberos canadiense que acudía a colaborar en la extinción de un fuego en el estado norteamericano de Nueva York fue detenido en la frontera durante siete minutos hasta que los policías comprobaron la matrícula del vehículo.

Un hombre que estaba sufriendo un coma diabético en un autobús en la localidad británica de Leeds recibió dos disparos de una pistola eléctrica ante el temor de la Policía de que supusiera un riesgo para la seguridad de los viajeros.

La zona de equipajes del aeropuerto norteamericano de Portland quedó sellada durante seis horas al aparecer una sustancia blanquecina: resultó ser una mezcla de harina y azúcar.

Un guardia de seguridad expulsó a un hombre de un pub en Cairns, Australia, porque estaba leyendo la novela “El terrorista desconocido”. Algunos clientes se habían puesto nerviosos.

Hace unos meses viajaba a Birmingham vía Londres Stansted y, como me suele pasar desde que llevo barba, me pararon en el control del aeropuerto. Mientras esperaba a que registraran mi maleta, había un matrimonio con dos hijos pequeños a mi lado que también intentaba no perder los nervios y tener paciencia. Cuando llegó su turno, le hicieron beber a cada uno del biberón de sus hijos para poder subirlo al avión. Supongo que pensarían que si los padres ingerían aquello, no debía ser peligroso. A mi me hicieron meter mi desodorante (de bola) en una bolsita de plástico dentro de la bolsa de aseo. Asó los pasajeros estaráan seguros. También me tuve que descalzar y pasar mis zapatos por un escáner. Por un momento pensé que me detendrían por el olor.

En el aeropuerto de Sevilla me suelen cachear sólo un poquito, justo al entrar a la zona de embarque, después de haber pasado por el escáner. Hace poco le dije al chico de seguridad que me estaba toqueteando que tuviese cuidado, que mi novia lo estaba vigilando y no quería que se pudiera celosa. Parece que le hice gracia y dejó de tocarme. Mientras recogía mis cosas me comentaba que lo sentía, que a él en realidad le gustaba cachear a los pijos, confiscarles las colonias caras que llevaban y que no podrían subir al avión por exceder la cantidad permitida. A mi no me hizo tanta gracia como yo a él.

Hace un par de años iba con Felipe a Madrid y dos policías de incógnito nos pidieron la documentación mientras esperábamos el momento de subir al AVE. Nos hicieron sacar todo lo que llevábamos en la mochila, entre otras cosas un disco duro. Uno de ellos, el que hacóa de “poli bueno”, nos preguntó que si iba bien por USB. Felipe le dijo que no, que iba por Firewire. El policóa se quedó tranquilo, hasta que se dió cuenta que tenía el DNI caducado desde hacía 2 años, que podría meterme en problemas. “He estado ocupado, mucho trabajo y no he podido ir a renovarlo”.

El post de Guerra Eterna sobre los casos seleccionados las últimas semanas por Bruce Schneier llama imbéciles a aquellos que no se dan cuenta de que la paranoia es justo lo que buscan los terroristas. Pero es que al fin y al cabo, ¿quiénes son los terroristas?.

Es una constante de la historia de la humanidad desde que los hombres empezaron a agruparse en ciudades. El miedo es el mejor factor cohesionador para que los ciudadanos terminen haciendo lo que las autoridades quieren que hagan. El rostro del enemigo va cambiando, la necesidad que siente el Estado por controlarnos, no.

Dosis de Coetzee

“Diario de un mal año”, JM Coetzee

Lo encuentro en el capítulo “Sobre el terrorismo”, dentro de “Opiniones contundentes”.

Recuerdo que, a comienzos de 1990, publiqué un volumen de ensayos sobre la censura. Causó poca impresión. Un crítico lo rechazón por irrelevante en la nueva era que estaba amanceiendo, la era inaugurada por la caída del Muro de Berlín y la disolución de la URSS. Dijo que, con la democracia liberal extendida por el mundo entero a la vuelta de la esquina, el estado no tendrá ningún motivo para obstaculizar nuestra libertad de escribir y hablar como queramos: y, en cualquier caso, los nuevos medios electrónicos imposibilitarán imposibilitarán la vigilancia y el control de las comunicaciones.

Pues bien, ¿qué vemos hoy, en 2005? No sólo la reaparición de anticuadas restricciones de la libertad de expresión del tipo más burdo (como atestiguan las legislaciones en Estados Unidos, Reino Unido y ahora Australia), sino también la vigilancia (realizada por misteriosas agencias) de las comunicaciones telefónica y electrónicas del mundo entero. Es déjà vu una vez más.

Los nuevos teóricos de la vigilancia dicen que no va a haber más secretos, refiriéndose a algo muy interesante: que la era en que los secretos contaban, en que los secretos podían ejercer su poder sobre las vidas de la gente (pensemos en el papel de los secretos en Dickens, en Henry James), ha terminado; nada que merezca la pena conocerse no puede ser descubierto en cuestión de segundos y sin demasiado esfuerzo; la vida privada, a efectos prácticos, cosa del pasado.

Elogio de la tortura

En 2002, no muchos meses después del 11-S, la CIA y el Pentágono decidieron ser más creativos en sus métodos de interrogatorio. Ya tenían en su poder muchos supuestos terroristas capturados en Afganistán y había que sacarles toda la información posible. Rebuscaron entre los archivos y encontraron lo que necesitaban. La mejor fuente de información estaba en un programa de los años cincuenta llamado SERE (Survival, Evasion, Resistance and Escape).

SERE fue un programa de entrenamiento preparado para pilotos que pudieran caer en manos del adversario y que debían ser preparados ante la posibilidad de sufrir un duro interrogatorio. Lo más probable es que los carceleros fueran soviéticos o de algún país aliado de la URSS, por lo que se hacía pasar a los pilotos por las técnicas que se suponía que utilizaban los enemigos. No se trataba tanto de arrancar uñas o romper huesos. Cosas más sutiles: privación del sueño durante días, obligar al preso a mantener posiciones físicamente insoportables, exposición a calor o frío extremos de forma sucesiva, y la técnica llamada en inglés waterboarding.

En un amargo giro del destino, esas técnicas soviéticas han terminado siendo utilizadas por el Pentágono en Guantánamo y por la CIA en sus prisiones secretas.

Waterboarding es una palabra que persigue a la Administración de Bush desde entonces. Consiste en colocar al preso sobre una superficie inclinada, taparle la boca con un trozo de tela y volcar sobre él litros y litros de agua. El preso siente que se está ahogando y de hecho es lo que ocurre, porque en breves segundos el agua empieza a inundar sus pulmones. En menos de dos minutos, dirá todo lo que quieran escuchar sus torturadores. Así fue cómo Jaled Mohamed, el arquitecto del 11-S, contó todos los pormenores de los atentados.

Iñigo Sáenz de Ugarte en Público. Lo leí sobre el papel y ahora me lo recordó Escolar para recuperarlo aquí. Tiene total relevancia en nuestro panel de control y a mi me parece de lo mejor que he leído últimamente.

El resto en Guerra Eterna.

Entrevista a Richard Stallman en español

La entrevista es del programa la Nit al Dia de Televisió de Catalunya y he llegado aquí a través de Loogic.

(…) Desde ahora cambiar o modificar una receta es ser pirata. Era mi enojo, cuando los desarrolladores decían que compartir o cambiar programas es ser pirata, no es verdad, ser piratas es atacar naves, es muy malo, pero compartir programas o recetas con su prójimo es bueno, por lo tanto es bueno bajarse música de internet, sí, porque nadie puede legítimamente prohibir la compartición entre la gente. Comprendo y estoy de acuerdo en que sea útil apoyar a los músicos de alguna manera, un sistema de derecho de copia sobre el uso comercial de la música puede ser bueno, ya que no es el mismo caso que las obras funcionales, de uso práctico como el softwre o recetas, las obras de uso práctico deben ser libres, los usuarios deben tener la libertad de usarlos incluso comercialmente y cambiarlos pero la música es diferente porque no es útil, es arte. Arte y obras útiles es difirente.

Primera Parte

Segunda Parte

Al final del segundo vídeo envía un curioso mensaje a Zapatero:

Hay algo que decir a Zapatero (…) Hay un plan de usar las bombas de Madrid como excusas para imponer vigilancia y quitar libertades a todos. Presentadora: ¿Habla de la administración norteamericana? No, no, de la Unión Europea (…) Y cuando pregunta alguien si esta medida es de verdad necesaria o vale lo que cuesta en libertad, evitan el tema diciendo "el mundo ahora es peligroso", no se puede preguntar si puede mantener su libertad. Pero si Zapatero dice "ya teníamos un ataque y un ataque basta, no aceptaremos un segundo ataque a nuestra libertad, no se puede usar un ataque a España como excusa", si el jefe de españa está en contra, sólo Zapatero puede resistir.

Traducción de “Scroogled” (“Engoogleados”), de Cory Doctorow

Hace un par de semanas hablábamos del relato de Cory Doctorow "Scroogled" en torno al punto de partida que le planteaba la revista Radar. El propio Doctorow, en Boing Boing, acaba de publicar que Felixe y Marisol han colaborado en la traducción al español del relato.

Esta traducción al español mexicano es una colaboración entre Marisol y Felixe. Nos basamos en la historia original publicada en la revista Radar Online y en una primera traducción al francés.

Para los que deseen leer la obra en algún otro formato también ponemos la versión en español del PDF: engoogleados.pdf y, por si deseas cocinar tu propia versión (para PDA, para xhtml o lo que gustes) de la versión en texto: engoogleados.txt

Descargar "Engoogleados" en PDF.

Vía Boing Boing y Trikinhuelas.

Instrumentalización de lo íntimo

Hoy, cuando la cultura, la información, los servicios y la creación de ambientes son un motor económico absolutamente clave, ¿cómo se ha redefinido la alienación? El colectivo Tiqqun lo resume en una sola frase: ya no se nos dice “harás lo que quiero que hagas”, sino “serás lo que quiero que seas”. El trabajo ya no es un intercambio de tiempo por dinero, sino más bien de alma por dinero, cada uno convertido en “empresario de sí mismo, gestionando su Yo-marca” (Santiago López Petit). Un baile de máscaras en condiciones de precariedad, competencia de todos contra todos, inseguridad, invisibilidad, infantilización, jerarquía, control… El consumo ya no es un sistema de necesidades dirigidas autoritariamente desde arriba, sino la sofisticada construcción de personalidad que cualquiera puede contemplar en la publicidad. Lo que se nos oferta ya no es tanto un objeto, como una experiencia, un estilo de vida, una autenticidad. Ya lo decía The Clash: “I’m all lost in the supermarket/I can no longer shop happily/ I came in here for that special offer/ A guaranteed personality”. El supermercado abarca ahora la realidad entera.

Lo he visto vía Juanlu. Puedes leer el texto completo de Amador en Público.

En "Panel de control. Interruptores críticos para una sociedad vigilada" habrá un texto de Santiago López Petit.

Why shouldn’t I work for the NSA?

La Agencia de Seguridad Nacional (en inglés: National Security Agency), también conocida como NSA por sus siglas en inglés, es una agencia del gobierno de los Estados Unidos responsable de obtener y analizar información transmitida por cualquier medio de comunicación, y de garantizar la seguridad de las comunicaciones del gobierno contra otras agencias similares de otros países.

Seguir leyendo sobre la NSA en la wikipedia.

El texto del guión en versión original lo tengo en un archivo en mi portátil desde 2005 (¡es un .sxw!) :

I’m working at N.S.A. Somebody puts a code on my desk, something nobody else can break. So I take a shot at it and maybe I break it. And I’m real happy with myself, ’cause I did my job well. But maybe that code was the location of some rebel army in North Africa or the Middle East. Once they have that location, they bomb the village where the rebels were hiding and fifteen hundred people I never had a problem with get killed.

Now the politicians are sayin’ "send in the Marines to secure the area" ’cause they don’t give a shit. It won’t be their kid over there, gettin’ shot. Just like it wasn’t them when their number got called, ’cause they were pullin’ a tour in the National Guard. It’ll be some guy from Southie takin’ shrapnel in the ass. And he comes home to find that the plant he used to work at got exported to the country he just got back from. And the guy who put the shrapnel in his ass got his old job, ’cause he’ll work for fifteen cents a day and no bathroom breaks. Meanwhile my buddy from Southie realizes the only reason he was over there was so we could install a government that would sell us oil at a good price. And of course the oil companies used the skirmish to scare up oil prices so they could turn a quick buck. A cute, little ancillary benefit for them but it ain’t helping my buddy at two-fifty a gallon. And naturally they’re takin’ their sweet time bringin’ the oil back and maybe even took the liberty of hiring an alcoholicskipper who likes to drink seven and sevens and play slalom with the icebergs and it ain’t too long ’til he hits one, spills the oil, and kills all the sea-life in the North Atlantic. So my buddy’s out of work and he can’t afford to drive so he’s got to walk to the job interviews which sucks ’cause the shrapnel in his ass is givin’ him chronic hemorrhoids. And meanwhile he’s starvin’ ’cause every time he tries to get a bite to eat the only blue-plate special they’re servin’ is North Atlantic scrod with Quaker State.

So what’d I think? I’m holdin’ out for somethin’ better. I figure I’ll eliminate the middle man. Why not just shoot my buddy, take his job and give it to his sworn enemy, hike up gas prices, bomb a village, club a baby seal, hit the hash pipe and join the National Guard? Christ, I could be elected President.

Good Will Hunting (1997)

Scroogled, de Cory Doctorow

Desde Boing Boing leo la entrevista con Cory Doctorow que The Wall Street Journal acaba de publicar al hilo del relato Scroogled que le encargaron a Doctorow con el siguiente punto de partida: "Escribe un relato sobre el día en que Google se convirtió en malvado".

In science-fiction author Cory Doctorow’s short story "Scroogled", a woman shrugs when she sees "Immigration–Powered by Google" on an airport sign, but that’s just the beginning of the search giant’s presence in a not-too-distant future.

The story, published in Radar Magazine’s latest issue, envisions a world in which Google turns into Big Brother. Customs agents grill travelers about their search queries, public places are swept by webcams and officials look for terrorist connections in social-networking sites. All of this is made possible by Google’s powerful search tools and the company’s willingness to share its trove of personal data with the government.

El relato ha sido publicado bajo licencia Creative Commons en Radar Magazine. En la entrevista, Doctorow contesta a una pregunta en la que el periodista le dice si hay señales de que Google realmente pueda hacer eso, si hay algo que le preocupe realmente por parte de Google:

WSJ.com: Are there signs of that at Google? Are they doing something that concerns you?
Mr. Doctorow: Sure, absolutely, there have been lots of signs of that. I mean, one of the things that I think is in Google’s DNA is a real tension about, on the one hand, being good to people, but on the other hand, acquiring as much information about them as they can, under the rubric that it allows them to be better to people.
And it does, a lot of the time. There are lots of ways in which Google knowing more about you makes Google better for you. But without much regard to what’s happening in the world around us, in an era in which the national security apparatus has turned into a kind of lumbering, savage, giant toddler, it behooves us to not leave things within arm’s reach that it might stick in its mouth. And that includes things like my search history. And I’d prefer that Google not be storing a lot of that stuff, especially today, especially after Patriot [Act] and so on. They’re inviting abuse, I think, by doing that. The steps you don’t save can’t be subpoenaed. And by saving them, Google is inviting a subpoena.
So Google’s always had this kind of "We will collect all your information, and it will belong to us, and you won’t be able to take it away, but it’s OK because we’ll only do good things for you" attitude, and that’s a bit of a problem.

Así comienza el relato:

Greg landed at San Francisco International Airport at 8 p.m., but by the time he’d made it to the front of the customs line, it was after midnight. He’d emerged from first class, brown as a nut, unshaven, and loose-limbed after a month on the beach in Cabo (scuba diving three days a week, seducing French college girls the rest of the time). When he’d left the city a month before, he’d been a stoop-shouldered, potbellied wreck. Now he was a bronze god, drawing admiring glances from the stews at the front of the cabin.

Four hours later in the customs line, he’d slid from god back to man. His slight buzz had worn off, sweat ran down the crack of his ass, and his shoulders and neck were so tense his upper back felt like a tennis racket. The batteries on his iPod had long since died, leaving him with nothing to do except eavesdrop on the middle-age couple ahead of him.

"The marvels of modern technology," said the woman, shrugging at a nearby sign: Immigration—Powered by Google.

Leer el relato Scroogled completo

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